lunes, 24 de diciembre de 2007

¡No encuentro el euro!

Alguien gritaba alegremente y buscaba por los suelos esa moneda que había salido disparada de su taquilla. El impulso de la llave la disparó con parecida energía a como la inflación y los redondeos abusan de monedas únicas. Cuando encontró el euro hacía bromas en público: me servirá por lo menos para comprar una pata de la carne del conejo, sana y sabrosa; no lo usaré para dara propinas a quien ya se cobra su parte cuando me sirve; lo guardaré en un bolsillo especial para recordarlo cuando se me desdibuje; me servirá para consolarme que me queda menos para tener más.
La persona en cuestión, pensionista, se regodeaba del hallazgo y decía las virtudes de tal moneda en la ridiculez de su nómina. Que se agacharía por cualquier valor monetario que viera en el suelo. Que racionaría sus gastos estas Navidades. Que en las rebajas de enero te demuestran que, aunque te sigan engañando, lo hacen menos y te lo explican con el precio antiguo y el rebajado.
El hombre desnudó a la sociedad tras la persecución de un valor que ahora está muy fuerte en los mercados internacionales, aunque cada vez dure menos en los bolsillos.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Jugar en los dos bandos

Después de un clásico futbolístico como el Espanyol-Barça, alguien también desnudó sus gustos. Proclamó a quien quisiera oírle que él era de ambos equipos. Disfrutaba con lo mejor de cada uno. Cada enfrentamiento local transmitido por televisión significaba un recorta y pega de las mejores jugadas, de esos momentos en que dejas los símbolos a un lado y te concentras en la esencia del juego, en la magia de la estrategia, en la rivalidad bien entendida. Entre tanto desnudo sudado, limpio o ya seco, aquel pensamiento hizo cayarse hasta a quienes, desde otro lado, debatían sobre si un equipo era mejor que otro, o si las astronómicas inversiones hechas en material humano sólo lucían en discotecas de moda, donde algunos presumían de no pagar nunca.
Dos bandos, dos juegos en un deporte que para muchos es más que todas las conversaciones.