domingo, 20 de enero de 2008

Saber perder hasta el último reto

Mientras las ropas se ponían o se quitaban, alguien que asistió a la competición de natación de veteranos no se le borraban aquellas palabras. Las aguas de la piscina no habían parado de batirse durante toda la mañana. Ya al final, se descubrió que quizá una persona también había acompañado a todos desde algún lugar no definido. De hecho dicha competición se le dedicaba a él, miembro fundador de este grupo de nadadores veteranos de la ciudad, muerto no hace mucho por un cáncer. Un sencillo homenaje reunió al borde del agua a su familia a un lado, a su piscina en medio y a su público al otro, en las gradas. Hubo palabras de recuerdo, detalles significativos para la familia y un breve, sentido y sincero discurso de la viuda al final.
En el vestuario a alguien no se le olvidaba el espíritu deportivo de los últimos momentos en que luchaba contra la enfermedad. Y lo hacía alguien curtido en muchos esfuerzos, en victorias y en derrotas. En el cultivo de ese auténtico espíritu que imprime el deporte. Según su mujer, su vida acabó demostrando uno de los grandes aprendizajes que enseña el deporte: saber perder. En ésta, su última lucha, fue derrotado. Pero demostró que su dignidad y valor siguen estando en aquella o en otras piscinas, en cualquier actividad humana en que saber ganar sea tan importante como saber perder.

jueves, 10 de enero de 2008

Tomates y michelines

A ellos dos les sobresalían unas buenas cartucheras o michelines por los lados de la cintura. Dos niños obesos pero risueños, felices. De los que más abundan. Alguien se los quedó mirando. Mientras los veía alejarse hacia la ducha, pensaba en ese estudio del que hoy hablaban los medios. Un alto porcentaje de niños de este trozo de mundo en el que vivimos no ha probado nunca un tomate o una naranja. Pero no se atrevió a hacer de encuestador con ellos. Podía comentárselo pero también les debería felicitar porque habían dejado su supuesto sedentarismo multipantalla para hacer deporte en el club. Lo que le hizo elucubrar en positivo. Quizá habían empezado el año con saludables propósitos. Puede que imitaran a sus padres y todos vinieran con los mismos objetivos. O a lo mejor jugaban en un equipo deportivo y siempre estaban activos, a pesar de sus cuerpos.
Y, por qué no, quizá eran felices tal como estaban.

miércoles, 9 de enero de 2008

Cuerpos llenos de proyectos

"Pues no veas, este año me he propuesto venir cada día al gimnasio. Sí, no te rías de lo que te digo. Es cierto. Le dije a mi novia que desde hoy, nueve de enero de 2008, me anotara aquellos días que no cumplía mi objetivo. Fíjate, llevamos ya unos días y sólo he fallado uno.Y fue por culpa de ella. Me puso a prueba. Me invitó a practicar otros menesteres y caí. Pero ya le dije, la falta estaba justificada. Además, gastamos más energía que en una hora de máquinas. El caso es que he subido al gimnasio y casi no había aparatos libres. Se nota que la gente empieza con buenos propósitos. También me he fijado que pasa lo mismo en marzo, por aquello del cuerpo danone de la playa, y en septiembre, después de los estragos cerveceros del verano. Bueno, la verdad, te dejo que te rías de mí. Tú me conoces muy bien. Llevo tres años empezando así y luego...ya sabes. Abandono general. Pero no, este año será diferente. Tengo más años y la cabeza más asentada. Conseguiré que las camisetas playeras que me ponga en verano casi estallen marcando músculo. Hoy por lo menos he venido".

domingo, 6 de enero de 2008

Ahora que nos dejan, no podemos

Uno de esas personas de las llamadas de la tercera edad se apresuraba a entablar una de sus primeras conversaciones de la mañana. Era a primera hora, ya se había duchado y estaba a punto de colocar su última prenda antes de marchar. Pertenecía a ese gran colectivo de muy adultos que ya se han hecho una agenda muy consolidada por la rutina. Como el sueño al natural, sin pastillas, no abunda, al primer síntoma de clarear estaba en pie, a punto para calentar sus manos con la primera barra del pan del horno de toda la vida.
Después, a la piscina. Decía que se había convertido en un hábito muy saludable, aunque había quien sospechaba que iba por ahorrar factura de agua y gas en casa y para entablar conversaciones con el equipo habitual. Sauna, algo de gimnasia, piscina lúdica y mucha lengua. Y la practicó con uno de sus contertulios habituales.
Mientras se reían de la dosis diaria de pastillas que les habían asignado, bromeaban aún más con su actual interés por cultivar el cuerpo. Ellos que, antes, de tanto trabajar lo máximo que hacían era pasear, ahora presumían de ser unos seres muy aconsejados por sus varios médicos para que hicieran ejercicio. ¿Más aún? Toda la vida con trabajos muy físicos y el galeno insistiendo. Se imaginaban en voz alta a sus firmantes de recetas, con cuerpos muy poco cultivados por lo que predicaban. Comentaban la letra que hacían, los segundos que les dedicaban en la consulta y el caso que les hacían. Estaban en ello. Ahora el trabajo les permitía ejercitarse saludablemente pero la máquina no daba para más. No paraban de reírse del crujido de huesos, de la poca flexibilidad, de las arrugadas carnes. Pero se esforzaban en madrugar y en seguir con un humor aún más saludable que sus intentos.
Ellos sí podían y conseguían animar a aquella juventud que no se saludaba por las mañanas, que iban a cumplir la programación diaria. Ellos ya la tenían hecha, ahora que podían un poco más de lo que les dejaban.

miércoles, 2 de enero de 2008

Atletas de la superstición

Ella no estaba en el vestuario masculino. Su territorio era el gimnasio. ¡Quién la vio y quién la ve! Hace un tiempo, su ropa no disimulaba músculos bien trabajados- Pero un día se lo tomó en serio y su aspecto físico cambió. De la flacidez a la abundancia. De lo anodino a lo impresionable. Horas y horas desgastando las máquinas para esculpìr mejor su físico. Envidiable su constancia, su tesón.
Cualquier día le da también por cultivar un poco más otros aspectos y el conjunto aún destaca más. De momento se limita a explicar la vida diaria. Esos avatares que nos pasan a todos. Esa noche muy cercana, la de fin de año. Se deseó un novio. Y puso en práctica algunos de esos recursos que publicitó en tono alto mientras fue el centro de atención pública: dos costosos collares, rezarle a más de un santo, prendas interiores muy rojas, deseos y suspiros varios hacia esa idelaización del mozo deseado.
Pero no. Dos días despúes aún no se le ha cruzado ese ser tan soñado. Pero todos los que no llevábamos un iPod en las orejas nos hemos deleitado con manifestaciones populares variadas. No nos hemos reído, sólo nos provocó una sonrisa que alguien como ella se atreviera a decir en voz algunas supersticiones que forman parte de la trastienda de nuestra realidad.