miércoles, 2 de enero de 2008

Atletas de la superstición

Ella no estaba en el vestuario masculino. Su territorio era el gimnasio. ¡Quién la vio y quién la ve! Hace un tiempo, su ropa no disimulaba músculos bien trabajados- Pero un día se lo tomó en serio y su aspecto físico cambió. De la flacidez a la abundancia. De lo anodino a lo impresionable. Horas y horas desgastando las máquinas para esculpìr mejor su físico. Envidiable su constancia, su tesón.
Cualquier día le da también por cultivar un poco más otros aspectos y el conjunto aún destaca más. De momento se limita a explicar la vida diaria. Esos avatares que nos pasan a todos. Esa noche muy cercana, la de fin de año. Se deseó un novio. Y puso en práctica algunos de esos recursos que publicitó en tono alto mientras fue el centro de atención pública: dos costosos collares, rezarle a más de un santo, prendas interiores muy rojas, deseos y suspiros varios hacia esa idelaización del mozo deseado.
Pero no. Dos días despúes aún no se le ha cruzado ese ser tan soñado. Pero todos los que no llevábamos un iPod en las orejas nos hemos deleitado con manifestaciones populares variadas. No nos hemos reído, sólo nos provocó una sonrisa que alguien como ella se atreviera a decir en voz algunas supersticiones que forman parte de la trastienda de nuestra realidad.

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